miércoles, 16 de diciembre de 2009

SITUACIÓN EN EL NORMAL 8...


 ¡Buenas, gente! Ayer alguien comentó esta nota y me dieron ganas de buscarla, leerla y subirla al blog, para compartirla con ustedes. Salió en el diario "Miradas al sur", el 12-12-09.

Bienducados
Pablo Marchetti
Director de Barcelona

No sé por qué tengo la leve sospecha de que cuando yo era chico la educación no era un tema para mis padres. Y aclaro: mi mamá y mi papá laburaron de docentes mucho tiempo. Hasta escribieron un libro, un manual para maestros. Mi viejo se recibió en el Acosta y mi vieja en el Normal 5, en Barracas. O sea, no es que el asunto les chupara un huevo/ovario. Simplemente creo que en la generación de nuestros padres lo natural era que los chicos fueran al colegio del barrio. Fue así que yo comencé la primaria en la escuela República del Brasil, en Valentín Alsina. Y cuando me mudé a Pompeya pasé a la María Silventi de Amato, en Alagón y Coronel Pagola. La primera quedaba a cuatro cuadras de mi casa y la segunda a tres.
Mi papá y mi mamá no sólo eran gente muy zurda. (Mi mamá murió; mi viejo sigue siendo un zurdo recalcitrante que lee esto no porque lo escriba yo sino porque compra este diario psicobolche como todos ustedes, manga de lectores zurdos.) Mi vieja, además, fue primero docente y luego coordinadora en La Escuelita, una escuela de educación por el arte de Colegiales, muy progre, muy prestigiosa, hecha por gente que aportó mucho a la educación pública.
Sí, hoy suena contradictorio esto de estar en la escuela privada y aportar a la educación pública. Sucede que la gente que fundó La Escuelita fue la misma que armó en plena dictadura el jardín de infantes del Instituto Vocacional de Arte, estatal, en Parque Chacabuco. Cuando yo era chico y mi vieja laburaba allí, La Escuelita no quedaba en Colegiales, sino en la zona más cheta de Belgrano R. Como era sólo jardín y no tenía primaria, los padres (que pagaban una cuota carísima) pedían un consejo sobre a qué colegio enviar a los chicos. Y aunque hoy parezca un delirio, la directora, Marta Calvo, les contestaba: “A la escuela pública”.
¿A cuántos años luz queda aquel país en que una escuela chetísima de Belgrano recomendaba la educación pública? Hoy yo mando a mis hijos a la escuela pública y me siento un bicho raro dentro de mi grupo de amigos y allegados. No quiero hacerme el banana: la escuela pública es un cuco aun para los padres progres.
Sí, lo confieso, manga de lectores psicobolches: yo también tengo miedo. ¿Ustedes no? ¡Vamos, no jodan! Les paso lista, si quieren: la escuela pública es un depósito de niños; a la escuela pública los pibes no van a estudiar, van a comer; la escuela pública es un caos y los chicos no tienen clase la mitad de los días del año; la escuela pública es violenta, los chicos van a cagarse a trompadas; la escuela pública es retrógrada, las maestras son todas unas viejas chotas.
La receta es la de siempre: se suma una medida de datos reales, otra de paranoia, otra de mala prensa, otra de gobiernos que impulsan políticas de destrucción social, más una pizca de miedo a lo sagrado (“los chicos, no hay nada más sagrado que los chicos”) y voilà, el cóctel perfecto del miedo pequebú está listo para volver conservadoras a las mentes más progres, abiertas y desprejuiciadas.
Seamos sinceros: muchos de esos datos reales son eso, datos reales. Claro que también debo admitir que me causa mucho alivio no tener reuniones de padres cada dos semanas, ni tener que analizar en cada encuentro el olor de los pedos de nuestros hijos, o asistir a clases de expresión corporal para padres donde representamos a nuestros animales favoritos y de ese modo nos reconocemos jugando, como se hace en las escuelas privadas progres. Tampoco añoro los talleres de Murga Orgánica, ni de Artes Combinadas para la Psicomotricidad Estructuralista de la Energía, que tan esenciales resultan para los programas pedagógicos avanzados.
Como ven, la educación pública tiene también sus beneficios. Menos franela, menos sahumerio, mayor diversidad. Los padres de la escuela pública no son toda gente como uno. Hay mucha, muchísima gente sin onda. Gente que apoya al campo, que vota a Macri, que escucha a González Oro, que mira a Tinelli. No pobres: gente de esa clase media de mierda que tanto odiamos pero que, vista desde la burbuja con onda en la que nos atrincheramos con nuestros amigos, nos parece una abstracción.
El problema es cuando la escuela pública presenta una diversidad social muy grande. Hoy sería irreal que Lina fuera a una escuela privada en Belgrano, porque sería la pobre de la clase. Y Lina no es pobre. Pero también sería irreal que fuera a una escuela pública de Florencio Varela, porque sería la rica de la clase. Y Lina no es rica. Sin embargo, el mayor problema de la escuela pública son las políticas educativas.
Parece una obviedad y temo subirme a un discurso que oscila entre verdades propias del maestro Perogrullo y cuestiones que otros han analizado, estudiado e investigado en profundidad, y que lo han enunciado de una manera sólida y no chapucera, como seguramente lo haga yo ahora. Pero me voy a remitir a los hechos de un modo absolutamente personal y empírico, para tratar de no decir demasiadas boludeces.
Resulta que la escuela a la que va Lina, el Normal 8, una institución centenaria y modelo de la educación pública porteña, pilar de la clase media del barrio de San Cristóbal, se está cayendo a pedazos. Este año mi hija estuvo tres días sin clases (tres más, además de los paros) porque la escuela se inundó, porque se cayó un techo. Y aunque la Municipalidad había prometido reparar la escuela, las obras nunca se hicieron.
Los padres organizamos varias protestas para exigirles a las autoridades municipales que arreglen la escuela. Y hubo un par de cortes de la calle. Un piquete variopinto, en el que participó gente que se sumaría gustosa a la gesta Tinellilegrandgimeneana contra la “inseguridad”. Esto provocó que algunos medios se acercaran a ver qué ocurría. Y las autoridades de la escuela no pudieron decir nada porque una reciente resolución del Gobierno de la Ciudad les prohíbe hacer públicas sus opiniones. ¡Una ley mordaza contra los maestros!
Sin dudas, la educación pública está en la mira. Y todos los miedos que genera en los progres pequebú tienen su razón de ser. Sin embargo, me retracto: no es ése el mayor problema. Como tampoco lo son las políticas privatistas, el desguace del Estado, ni la ofensiva contra la educación pública que comenzó en los ’90.
El mayor problema es que quienes se llenan la boca hablando de la educación pública son los primeros en huir despavoridos frente a la posibilidad de no saber dónde dejar a los chicos si hay paro. Y entonces se pasan sin pensarlo a las escuelas privadas, donde los chicos tienen aromaterapia, taller de títeres feng shui y, sobre todas las cosas, los maestros jamás hacen huelga.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Rechazo abierto a Abel Posse Ministro de Educación de la Ciudad
















Un dinosaurio que se pone el guardapolvo escolar

Las opiniones del diplomático sobre la última dictadura, los jóvenes y los gremios provocaron una marcha de protesta y una rueda de prensa para exigirle a Macri que desista de nombrarlo.


Por Werner Pertot

Los gremios docentes le exigieron a Mauricio Macri que Abel Posse no asuma y marcharon para protestar por su elección. El futuro ministro de Educación porteño abogó por encarcelar a los “jóvenes asesinos”, despreció “la prevención educativa” de los delincuentes, contra los que hay que dar la “batalla central” (consideró “delincuentes” a los que manifiestan). Además, cuestionó los juicios a los represores y llamó “residuo de subversivos” a los ex detenidos desa-parecidos que recibieron una indemnización del Estado. En columnas anteriores, había defendido al vicario castrense Antonio Baseo-tto y se había pronunciado contra el reparto de preservativos entre adolescentes. Las declaraciones del ex cónsul durante las dos últimas dictaduras fueron repudiadas por docentes, organismos de derechos humanos y por toda la oposición porteña. Hasta el ministro saliente, Mariano Narodowski, tomó distancia públicamente.

“Se busca mantener ilegítimamente encarcelados a los militares que lograron el cometido de aniquilar la guerrilla.” La frase de Abel Posse es de octubre de 2006, no de ayer, por lo que en la gestión PRO no podrán alegar desconocimiento. En la mesa chica del gobierno porteño, sin embargo, hubo un intenso malestar por la polémica que levantaron las declaraciones de Po-sse: incluso se evaluó pedirle que dé un paso al costado. Finalmente, los macristas consideraron que no podían dar marcha atrás de un día para el otro y que echarlo a pocos días de sacar la Policía Metropolitana podía minar su base electoral. Así las cosas, Macri lo confirmó en el cargo: jurará hoy a las 15 en el Palacio de Gobierno, junto al tercer jefe de la Metropolitana, Eugenio Burzaco, y el ministro de Espacio Público, Diego Santilli. De todas formas, el jefe de Gobierno le pidió a Posse que baje la cantidad (y calidad) de declaraciones.

El pez por la boca

El miércoles, Página/12 informó que Posse fue designado cónsul en Venecia por la dictadura de Agustín Alejandro Lanusse y fue confirmado en el cargo en 1976. En 1981 asumió frente al Centro de Cultura de París, en donde estuvo hasta 1985. Durante el menemismo fue designado embajador en Perú, en donde recibió un llamado de atención por su defensa del gobierno de Alberto Fujimori. Como embajador en España, cuestionó al juez Baltasar Garzón por los juicios que abrió contra los represores argentinos. El raid mediático de ayer ratificó esa línea de pensamiento.

El futuro ministro publicó una columna en el diario La Nación en la que dio su visión sobre la educación y la seguridad. “En la desnaturalización idiomática que viven los argentinos, los mismos dirigentes de la oposición hablan a media lengua y se fugan hacia la prevención educativa (...) rehuyendo la batalla central.” Los cuestionó porque “omiten hablar de armas y medios de acción inmediato”. “Todos los días nos revuelve la noticia del comerciante, padre, estudiante, baleado a mansalva por el asesino-joven (no el niño-asesino, porque cuando se asesina disparando sobre alguien indefenso, a los 14 o 16 años, no hay niño que valga, la entidad ‘asesino’ prevalece sobre la entidad biológica)”, filosofó.

Posse advirtió que “reprimir es obligación del Estado” y que “en nuestro país el gatillo fácil lo tienen los delincuentes”. Acusó al gobierno nacional de imponer “una visión trotskoleninista (sic) de demoler las instituciones militares y la policía, como vengándose de los años setenta, cuando una minoría se alzó contra el Estado para imponer una revolución socialguevarista, ajena y aislada de la inmensa mayoría. Los jóvenes que no vivieron los hechos recibieron una visión torcida”, escribió, entre otras frases para la posteridad (ver página 4).

“¿Qué cantidad de poder tendrá que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y la anarquización, desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia, al colegio, a la universidad?”, se preguntó el futuro ministro de Educación.

No es la primera vez que Posse da a conocer su pensamiento: en columnas anteriores, cuestionó los juicios a los represores por ser “un exceso de justicia”, abogó por una “gran amnistía nacional” y citó otros casos en defensa de los represores: “En Nürenberg fueron condenadas 38 personas. Por Hiroshima, ninguna”. También defendió al obispo castrense Antonio Baseotto y consideró que repartir preservativos a los adolescentes “preserva el cuerpo y sigue enfermando el alma juvenil”.

En una entrevista con el diario Clarín, aseguró que “padeció la dictadura”, porque “me tuvo siete meses sin confirmarme en el cargo”. “La pasé mal”, afirmó, sin sonrojarse. En una reedición de la teoría de los dos demonios, dijo que no estaba “a favor de ninguno de los dos tipos de asesinatos que se cometieron, ni el público ni el privado”, algo que sus columnas desmienten. Sobre los conflictos docentes, dejó un símil polémico: “El gremio negocia sobre los chicos y es como ponerle un revolver en la cabeza”.

Rechazo unánime

Los gremios docentes porteños marcharon e hicieron una conferencia de prensa para exigir que no asuma Posse. “Tendría que responder por qué fue diplomático en la dictadura militar. Es un hombre con espíritu de confrontación, un cavernícola”, lo definió el secretario general de Ademys, Manuel Gutiérrez, que planteó que “es injusto que al maestro con vocación, que está día a día con los alumnos, se lo trate de terrorista”. “Macri se sacó la careta y pasó de designar a un tecnócrata neoliberal como Narodowski a un intelectual del fascismo como Po-sse, que estuvo con la dictadura”, consideró el secretario de prensa de Ademys, Claudio Oroz.

El titular de UTE-Ctera, Eduardo López, planteó que, además, le va a exigir a Posse que le pida disculpas por sus declaraciones misóginas (en Cancillería había solicitado un secretario administrativo “que no fuera mujer, por sus obvias limitaciones”) al colectivo de docentes, que en un 90 por ciento está compuesto por mujeres. “Es un personaje nefasto que no puede estar al frente de un sistema educativo”, cuestionó el legislador kirchnerista Francisco “Tito” Nenna, que aseguró que “Mussolini y Hitler son un poroto al lado de este personaje. Lo que está haciendo es apología del delito”. “No conoce el sistema educativo de la ciudad. ¿Qué política educativa va a llevar?”, se preguntó Nenna.

Los legisladores de Proyecto Sur, que compartieron su conferencia de prensa con los docentes, también pidieron que no asuma. “Denunciamos a Posse porque no tiene ningún respeto por los derechos humanos y de los niños y repudiamos su defensa de la represión”, sostuvo Fabio Basteiro, jefe del novel bloque de Proyecto Sur en la Legislatura. “Po-sse no debe asumir. Nuestros pibes no deben ser educados con estos conceptos antidemocráticos y que refieren a épocas nefastas de nuestra historia”, advirtió. “La Ciudad necesita una educación igualitaria e igualadora y no un gabinete de famosos”, consideró Martín Hourest.

Los legisladores de la UCR titularon su comunicado “Mauricio, estás a tiempo”. “Echar mano a un apologista de la última dictadura para administrar la educación porteña es un insulto a la democracia y a la memoria de Raúl Alfonsín”, consideró Claudio Presman. “Comparar la legitimidad del derecho de huelga con un revólver en la sien de un niño es una muestra de la nula vocación de diálogo”, estimó. “Es una figura que genera irritación por sus dichos y posturas autoritarias”, dijo Adrián Pérez, de la Coalición Cívica. “Posse expresa un pensamiento autoritario al negar el terrorismo de Estado y al colocar como principal objetivo la confrontación con los gremios docentes”, planteó el legislador de Diálogo por Buenos Aires Aníbal Ibarra. El peronista Diego Kravetz cuestionó que se designe “a un ex embajador que lo único que quiere es meter presos a los chicos”. “La designación de funcionarios que hace Macri es impresentable: a Narodowski, que escondía espías en su cartera y tuvo record de paros, le sigue Posse, un intolerante que defiende la dictadura y que pide mayor represión”, cuestionó el jefe del bloque kirchnerista, Juan Cabandié, que dejó un pronóstico: “Por los conflictos que va a desatar Posse, Macri lo va a tener que sacar en menos de un año”.