miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ciclo de cine en el Normal 8



El viernes último dimos el puntapié inicial al ciclo de cine en nuestro normal.
El menú del día consistió en los siguientes platos:  
Como entrada se sirvió
"Las AAA son las tres armas", de Raymundo Gleyzer (1977)


 Luego del tentempié de Raymundo llegó el  plato principal:
"La noche de los lápices", de Héctor Olivera (1986) 

.Como “bajativo” luego de un menú un tanto suculento, el resumen a cargo de Laura Tarrio  (junto a Andrea Mandurino gestoras de este ciclo audiovisual)  y como postre, para finalizar la semana,  la invitación abierta  a quien quiera acercarse a seguir dándole forma a esta  Comisión de cine.
Nos reunimos el  Martes 29 de setiembre a las 17 :30hs.  en el normal. Te esperamos. (Cualquier duda, pedido o sugerencia  escribian vía mail o pregunten en el normal)


                                                                                                                        





Lo que sigue es apenas una reseña testimonial que mucho tiene que ver con la actualidad de nuestro normal. Son solo 5 minutos de lectura.
                                                                                                                               
Mi colegio secundario no tenía nombre. Era nombrado por  su nombre técnico, en la placa de entrada rezaba:  E.M.E.M  Nº7  (Escuela Municipal de Enseñanza Media) o simplemente era llamado por nosotros como “el emem”. Mi escuela secundaria era joven –lo sigue siendo-  sus puertas se abrieron en el `91 en el marco de una orientación común para un puñado de instituciones nacientes, abocada al estudio de la comunicación social. Es por esto que hoy tengo el titulo de Bachiller con orientación a la comunicación social. Mi colegio tenía -como tiene cualquier colegio secundario-  una estructura y una dinámica indigerible para cualquier adolescente en etapa de experimentación de limites y en la búsqueda constante de la apropiación de un lugar en el espacio, de un modo, de una identidad propia. Éramos pibes muy inquietos y lo seguimos siendo, pero algunas cosas cambiaron. Como decía, era una escuela en Palermo, no en el Palermo “ultraconsumista” de hoy pero Palermo al fin. La única escuela de educación  media en Palermo.
Mi colegio secundario cargaba con un vacío identitario, éramos un nombre frío, una sigla carente de idea. Emem. Nº7.  Recuerdo cuando me venían a preguntar ¿ Y vos che, a que colegio vas? Y yo respondía dubitativo: voy al emen 7. Un espanto. Este tipo de interrogantes fueron la impronta de mis primero años en la escuela media. Uno se llega a cuestionar –con motivos suficientes- lo siguiente ¿Porque nos llamamos así, porque no tenemos el nombre de algún dinosaurio de nuestra historia como cualquier colegio? La respuesta no se hizo esperar, porque ese mismo interrogante era la génesis de un proceso de reafirmación ideológica  que vivió el colegio en esa misma época.
¿Y ustedes  como se llaman chicos? recuerdo una voz haciendo eco en el pasillo. Las respuestas eran las de siempre: Juan, Camila, Romi, a mi me dicen “el laucha”, dice uno. Ok, pero no nos quedemos solo con esto chicos, se pueden ampliar las respuestas en todos los sentidos posibles…Porque Juan se apellida Romero y Romi tiene segundo nombre  y apellido materno y paterno y es sanjuanina y vive en Almagro. Camila es de familia rusa, comenta otro chico. ¿Y vos Laucha, como te llamas de verdad? Roberto “el laucha” Pedriel y soy hincha de Atlanta. Barbaro, cada uno en su pequeño mundo tiene o busca tener eso espacios de identidad. ¿Pero que pasa cuando el lugar donde permaneces 5 años de tu vida se llama e.m.e.m o alguna deformación de otra abreviatura? Si bien el nexo que liga  a un estudiante con la institución educativa no es una tarea tan simple y es ahí donde intervienen varios factores, más allá de que sentirse parte lleva tiempo, no obstante podemos volver a preguntar ¿como hacemos  para sentirnos miembros de una institución si no tiene nombre? ¿Y más vacío aun,  que pasa cuando el nombre de tu colegio es el nombre de un genocida? ¿Puede una institución educativa que promueve los valores de una sociedad democrática, sustentada en el respeto a la multiculturalidad, la convivencia armoniosa entre todas y todos los habitantes de la Nación llevar el nombre de un genocida? ¿Es coherente con el repudio a toda forma de violencia como método de sometimiento cultural y político mantener la denominación de “Julio Argentino Roca”?

Hoy te preguntan ¿como se llama el magisterio donde estudias? Julio Argentino Roca se llama y hay un busto que dice escuela de señoritas. Ok, le decimos normal 8 que es casi lo mismo que decirle sector 324 o c.r.a.t.u.c. o e.m.e.n., que se yo…
En mi colegio secundario cambiamos de nombre, eso fue hace 10 años ya. La elección no fue de resolución rápida, no fue de un día para el otro, sin embargo fue un proceso nutrido que sucedió mientras todos los estudiantes crecíamos, nos formábamos, hacíamos bardo, estudiábamos y debatíamos con todos las utopías a flor de piel. El tiempo nos paso volando y las utopías fueron de alguna medida, realizables. El proceso tuvo un extenso derrotero legal -burocracia mediante-, mucho laburo en las aulas, en los pasillos, en la dirección y en el barrio. Logramos hacernos parte, como estudiantes, de una comunidad educativa participativa y conciente, viva y critica. Y pudimos coronar el proceso democrático e inclusivo en una elección  con todos los candidatos (nombres elegidos por alumnos y profes y aprobados por la  Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
 Yo fui a un colegio que le pusimos el nombre nosotros. Yo fui al colegio  María Claudia Falcone. María Claudia Falcone Nº 7. De ahí en más como estudiantes podíamos responder que íbamos al María Claudia Falcone. Podíamos incluir en la respuesta un breve comentario de quien fue ella, que hizo, que pensaba. La cuestión iba tomando otro color, la estructura y la dinámica de la institución que antes no parecía asquerosa nos empezaba a demostrar que hay un camino de integración, pero para eso hay que luchar, interesarse y proponer. Que nada es fácil, pero que las mismas preguntas que nos hacemos todos si las formulamos en voz alta son el principio de la respuesta.
Hoy yo estudio en un colegio con el nombre de un genocida. Hoy  estudio en un colegio que tiene un nombre que nada tiene que ver conmigo.  ¿A alguien se le ocurre algo al respecto?

 

viernes, 11 de septiembre de 2009

CAMBIO DE NOMBRE...

RESPECTO A UN COMENTARIO EN UNA DE LAS ENTRADAS ANTERIORES: SÍ, ENTRE LAS COSAS QUE HAY QUE HACER PARA CAMBIAR DE NOMBRE AL NORMAL, UNA ES JUNTAR FIRMAS EN EL BARRIO... PARA LO CUAL SE VIENE UN FESTIVAL... SÚMENSE EN LA ORGANIZACIÓN.
YO NO SOY LA PERSONA MÁS INDICADA PARA INFORMAR SOBRE ESTE TEMA, PERO LO QUE SÉ ES QUE HAY QUE PRESENTAR UN PEDIDO Y TIENE QUE HABER FIRMAS DE TODA LA COMUNIDAD EDUCATIVA (INCLUYENDO EL BARRIO) QUE LO AVALEN. DESPUÉS, PARA EL NOMBRE QUE SE ELIJA, HAY UNA SERIE DE REQUISITOS, PERO DESCONOZCO CUÁLES SON.
CUALQUIER COSA, INVITO A QUIENES QUIERAN ACLARAR UN POCO, A ESCRIBIR ACÁ... JO.

DÍA DEL MAESTRO...

¡¡FUENTEALBA PRESENTE!!
"EL TRABAJADOR DE LA ENSEÑANZA, EN CUANTO TAL, ES UN POLÍTICO, INDEPENDIENTEMENTE DE SI ES, O NO, CONSCIENTE DE ESTO. DE AHÍ QUE ME PAREZCA FUNDAMENTAL QUE TODO TRABAJADOR DE LA ENSEÑANZA, TODO EDUCADOR O EDUCADORA, TAN RÁPIDAMENTE COMO SEA POSIBLE, ASUMA LA NATURALEZA POLÍTICA DE SU PRÁCTICA. SE DEFINA POLÍTICAMENTE. HAGA SU OPCIÓN Y TRATE DE SER COHERENTE CON ELLA".
PAULO FREIRE.